Puede decirse que Esperando
a Godot es una pieza que trata precisamente sobre lo que su título indica:
esperar. Vladimir y Estragón, acompañados de la audiencia, esperan durante los
dos actos de la obra a que se presente la enigmática figura de Godot, quien,
para sorpresa de todos, nunca se presenta.
La obra fue escrita por Beckett tomando como
inspiración la pintura de Caspar David Friedrich Dos hombres contemplando la luna, y es que basta con verla para
notar las similitudes que la pintura guarda con la obra, especialmente un
elemento vital en la obra de Beckett: la dualidad.
Sobre Esperando
a Godot se han escrito incontables análisis desde que fuera estrenada en
1953, estudios que van desde la teología y la psicología jungiana hasta el
existencialismo y la ética filosófica, esto por la libertad de interpretación
que permite la subjetividad de la obra. Para los efectos de este comentario,
nos pasearemos por los principales elementos alegóricos contenidos en la pieza,
comentando sobre cada uno de ellos su posible significado, de acuerdo a nuestro
entendimiento.
La Dualidad
Quizás el elemento más llamativo y que encontramos con
más frecuencia en Godot es el
carácter dual de las cosas. Incluso el subtítulo de la obra (en su versión en
inglés) refleja esta doble naturaleza: Esperando
a Godot una tragicomedia en dos actos. Para empezar tenemos a Vladimir y
Estragón, un par de vagabundos; tenemos también a Pozzo y su esclavo Lucky y,
por último en lo que se refiere a personajes, están los “dos” niños que anuncian
que Godot no podrá llegar. Los personajes siempre se manejan en pares, con uno
de los dos siendo más o menos la antítesis del otro. ¿Y qué pasa con Godot?
¿Dónde está su pareja en esta obra? Godot también tiene un carácter doble, en
el sentido de que puede o no aparecer.
Volviendo a la obra en sí, vemos que incluso el género
se encuentra dividido en dos: una tragi-comedia. En la obra vemos como se
combina la farsa del absurdo con la melancolía de la vida diaria. Esta
repetición de los pares refuerza la arbitrariedad de la vida misma, una vida en
la que todo tiene una chance de 50-50 de ocurrir (¿Se presentará o no Godot esta noche? ¿Se romperá o no la rama si se
ahorca uno de los vagabundos en el árbol?).
El árbol
Basta con dar un rápido vistazo a la escenografía de
la obra para caer en cuenta de que el árbol que está permanentemente en escena
debe tratarse de una parte importante de la obra, tanto así como la inacción
que se representa. Al árbol se le ha relacionado con la cruz en la que fue
crucificado Jesús de Nazareth, siguiendo con la temática implícitamente
religiosa de la obra (siendo God-ot Dios). Sirve el árbol como una forma de
sátira a la religión, siendo Jesús “colgado” de la cruz por expiar los pecados,
mientras que los vagabundos son colgados por nada. Lo anterior funciona como un
refuerzo a la futilidad de los actos
aleatorios de la vida cotidiana, un debate frecuente para los letrados
existencialistas.
Otro detalle que refuerza al árbol como ícono
religioso es la aserción de Vladimir, que le asegura a Estragón que deben
esperar a Godot junto al árbol, lo que quiere decir, que deben estar en el
lugar correcto. Pero, como le asegura Estragón, puede que no estén junto al
árbol correcto (el dilema de ser fiel a la religión o la ideología “correcta”).
Incluso, no saben si se trata de un árbol, porque, como dicen, “se parece más a un arbusto”. Se presenta
entonces otra temática clave que acompaña a la dualidad y a la futilidad en la
obra, y es la incertidumbre. Nadie
sabe con exactitud qué es lo que está pasando, aún peor, nadie está seguro de
si está pasando algo.
Para relacionar aún más al árbol con la cruz tenemos
que considerar que Vladimir y Estragón son ladrones, ¿Y cuál es la historia que
empiezan a contarse al principio de la obra? La de los dos ladrones que son
crucificados junto a Cristo. Quedan entonces Vladimir y Estragón como los dos
condenados que acompañaron a Jesús durante sus últimos momentos, dos bandidos
(volvemos a la dualidad) que terminan el uno condenado y el otro salvado
(volvemos al azar y, en cierto modo, a la futilidad de oponérsele).
Tono de la obra
Una característica curiosa de Esperando a Godot es como maneja su género. No es una tragicomedia
en el sentido clásico de una tragedia que combina elementos cómicos; por el
contrario, es una tragedia que se hace cómica y una comedia que se hace
trágica. Los elementos presentados a primera vista cobran distinto sentido
dependiendo de su interpretación. Sin lugar a dudas, y lo único carente de duda
en esta obra, es que se trata de un absurdo, porque, desde la vista del propio
Beckett, la vida es tan absurda y trágica, que, al final, no queda más que
reírse como si de una comedia se tratara.
Para concluir
¿Qué es lo que esperan las personas en la vida? ¿Es
correcto decir que sabemos exactamente en dónde nos ubicamos, hacia dónde
vamos, y, si acaso, vamos? Estas son algunas de las interrogantes que no se
propone responde Beckett con Esperando a
Godot. De hecho, Beckett no planea responder nada con su obra, ni siquiera
profesar su propia ideología, sino que, por el contrario, nos muestra lo inútil
que resulta esperar aferrados a una creencia cierta por un futuro que siempre
es incierto. Y, sin embargo, nos muestra que, así como Didi y Gogo, como
personas nos es necesario un punto común, un eje en el que anclarnos para
esperar el futuro, aun cuando no comprendamos con exactitud qué es ese eje.
La obra cierra con un intercambio entre Vladimir y
Estragón que resume perfectamente la obra:
Vladimir: ¡Qué! ¿Nos
vamos?
Estragon: Sí, vámonos.
No se mueven.
Nos muestra Beckett, conforme se desarrolla la obra,
la naturaleza de la inacción como forma de acción. Los dos personajes no hacen
más que sostener una diatriba durante toda la obra, y se podría argumentar que
durante esta no sucede nada, pero, sin embargo, están avanzando en sus vidas,
sin proponérselo y sin propósito.
Esta es una obra atemporal, que tendrá vigencia
mientras nosotros mismos la tengamos, porque no habla sobre una situación en la
que se encuentre el hombre, sino de la situación de ser hombre. Siempre
existirá en nosotros la incertidumbre y siempre estaremos a la merced de un
azar que actúa de forma arbitraria: a veces seremos el ladrón expiado y otra el
condenado, otras seremos Caín y no Abel, pero, lo cierto (y es lo único que
tiene certeza en este relato) es que siempre estaremos esperando a Godot.
Excelente entrada y observación, muy buena lectura de la pieza.
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