martes, 3 de febrero de 2015

Análisis: Esperando a Godot


Puede decirse que Esperando a Godot es una pieza que trata precisamente sobre lo que su título indica: esperar. Vladimir y Estragón, acompañados de la audiencia, esperan durante los dos actos de la obra a que se presente la enigmática figura de Godot, quien, para sorpresa de todos, nunca se presenta.
La obra fue escrita por Beckett tomando como inspiración la pintura de Caspar David Friedrich Dos hombres contemplando la luna, y es que basta con verla para notar las similitudes que la pintura guarda con la obra, especialmente un elemento vital en la obra de Beckett: la dualidad.
Sobre Esperando a Godot se han escrito incontables análisis desde que fuera estrenada en 1953, estudios que van desde la teología y la psicología jungiana hasta el existencialismo y la ética filosófica, esto por la libertad de interpretación que permite la subjetividad de la obra. Para los efectos de este comentario, nos pasearemos por los principales elementos alegóricos contenidos en la pieza, comentando sobre cada uno de ellos su posible significado, de acuerdo a nuestro entendimiento.

La Dualidad
Quizás el elemento más llamativo y que encontramos con más frecuencia en Godot es el carácter dual de las cosas. Incluso el subtítulo de la obra (en su versión en inglés) refleja esta doble naturaleza: Esperando a Godot una tragicomedia en dos actos. Para empezar tenemos a Vladimir y Estragón, un par de vagabundos; tenemos también a Pozzo y su esclavo Lucky y, por último en lo que se refiere a personajes, están los “dos” niños que anuncian que Godot no podrá llegar. Los personajes siempre se manejan en pares, con uno de los dos siendo más o menos la antítesis del otro. ¿Y qué pasa con Godot? ¿Dónde está su pareja en esta obra? Godot también tiene un carácter doble, en el sentido de que puede o no aparecer.
Volviendo a la obra en sí, vemos que incluso el género se encuentra dividido en dos: una tragi-comedia. En la obra vemos como se combina la farsa del absurdo con la melancolía de la vida diaria. Esta repetición de los pares refuerza la arbitrariedad de la vida misma, una vida en la que todo tiene una chance de 50-50 de ocurrir (¿Se presentará o no Godot esta noche? ¿Se romperá o no la rama si se ahorca uno de los vagabundos en el árbol?).

El árbol
Basta con dar un rápido vistazo a la escenografía de la obra para caer en cuenta de que el árbol que está permanentemente en escena debe tratarse de una parte importante de la obra, tanto así como la inacción que se representa. Al árbol se le ha relacionado con la cruz en la que fue crucificado Jesús de Nazareth, siguiendo con la temática implícitamente religiosa de la obra (siendo God-ot Dios). Sirve el árbol como una forma de sátira a la religión, siendo Jesús “colgado” de la cruz por expiar los pecados, mientras que los vagabundos son colgados por nada. Lo anterior funciona como un refuerzo a la futilidad de los actos aleatorios de la vida cotidiana, un debate frecuente para los letrados existencialistas.
Otro detalle que refuerza al árbol como ícono religioso es la aserción de Vladimir, que le asegura a Estragón que deben esperar a Godot junto al árbol, lo que quiere decir, que deben estar en el lugar correcto. Pero, como le asegura Estragón, puede que no estén junto al árbol correcto (el dilema de ser fiel a la religión o la ideología “correcta”). Incluso, no saben si se trata de un árbol, porque, como dicen, “se parece más a un arbusto”. Se presenta entonces otra temática clave que acompaña a la dualidad y a la futilidad en la obra, y es la incertidumbre. Nadie sabe con exactitud qué es lo que está pasando, aún peor, nadie está seguro de si está pasando algo.
Para relacionar aún más al árbol con la cruz tenemos que considerar que Vladimir y Estragón son ladrones, ¿Y cuál es la historia que empiezan a contarse al principio de la obra? La de los dos ladrones que son crucificados junto a Cristo. Quedan entonces Vladimir y Estragón como los dos condenados que acompañaron a Jesús durante sus últimos momentos, dos bandidos (volvemos a la dualidad) que terminan el uno condenado y el otro salvado (volvemos al azar y, en cierto modo, a la futilidad de oponérsele).

Tono de la obra
Una característica curiosa de Esperando a Godot es como maneja su género. No es una tragicomedia en el sentido clásico de una tragedia que combina elementos cómicos; por el contrario, es una tragedia que se hace cómica y una comedia que se hace trágica. Los elementos presentados a primera vista cobran distinto sentido dependiendo de su interpretación. Sin lugar a dudas, y lo único carente de duda en esta obra, es que se trata de un absurdo, porque, desde la vista del propio Beckett, la vida es tan absurda y trágica, que, al final, no queda más que reírse como si de una comedia se tratara.

Para concluir
¿Qué es lo que esperan las personas en la vida? ¿Es correcto decir que sabemos exactamente en dónde nos ubicamos, hacia dónde vamos, y, si acaso, vamos? Estas son algunas de las interrogantes que no se propone responde Beckett con Esperando a Godot. De hecho, Beckett no planea responder nada con su obra, ni siquiera profesar su propia ideología, sino que, por el contrario, nos muestra lo inútil que resulta esperar aferrados a una creencia cierta por un futuro que siempre es incierto. Y, sin embargo, nos muestra que, así como Didi y Gogo, como personas nos es necesario un punto común, un eje en el que anclarnos para esperar el futuro, aun cuando no comprendamos con exactitud qué es ese eje.
La obra cierra con un intercambio entre Vladimir y Estragón que resume perfectamente la obra:

Vladimir: ¡Qué! ¿Nos vamos?
Estragon: Sí, vámonos.
No se mueven.

Nos muestra Beckett, conforme se desarrolla la obra, la naturaleza de la inacción como forma de acción. Los dos personajes no hacen más que sostener una diatriba durante toda la obra, y se podría argumentar que durante esta no sucede nada, pero, sin embargo, están avanzando en sus vidas, sin proponérselo y sin propósito.
Esta es una obra atemporal, que tendrá vigencia mientras nosotros mismos la tengamos, porque no habla sobre una situación en la que se encuentre el hombre, sino de la situación de ser hombre. Siempre existirá en nosotros la incertidumbre y siempre estaremos a la merced de un azar que actúa de forma arbitraria: a veces seremos el ladrón expiado y otra el condenado, otras seremos Caín y no Abel, pero, lo cierto (y es lo único que tiene certeza en este relato) es que siempre estaremos esperando a Godot.


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