A primera vista, y ante las miradas ajenas de los extraños, el matrimonio de los Helmer es perfecto: Torvald, un marido exitoso y recién ascendido a gerente de banco, ama y cuida de su querida esposa, Nora, la mimada de la casa, cuyos ojos sólo son para su esposo y su salud. Es decir, para los que no conocían realmente a los Helmer, su matrimonio era brillante como la plata, sin saber realmente que tras ese brillo se encontraba la posesividad de Torvald, además de la tristeza de una Nora que se siente manipulada, una “esposa muñeca”. Podemos decir que este matrimonio se parece mucho a la base en la cual se graba el daguerrotipo: una lámina de cobre recubierta en plata.
Krogstad,
ahora un empleado de Torvald, fue a quien Nora acudió cuando su esposo
necesitaba dinero para emprender un viaje a Italia debido a su grave salud. Sin
embargo, poco esperaba Nora que Krogstad regresara a su vida, y menos todavía
que Torvald amenazara con despedirle luego de Krogstad cometiera fraude.
Krogstad decide chantajear a Nora, amenazando con hacer salir a la luz la
verdad sobre como Nora había conseguido el dinero para viajar a Italia. A pesar
de la insistencia de Nora, Torvald despide a Krogstad, quien envía una carta a
Torvald contándole la verdad sobre el dinero de Nora. Nora se hace con la
carta, y busca evitar que Torvald averigüe la verdad, pero ya es muy tarde, aun
cuando Nora evite que Torvald lea la carta, la verdad ya ha salido a la luz, y,
tal como en el daguerrotipo, la imagen que tanto quería esconder Nora ya ha sido
expuesta a la luz.
Nora
busca con todas sus fuerzas la manera de enfriar las cosas con su marido,
hacerle desistir de abrir la carta que la expondría totalmente. Es entonces
cuando Nora le propone a Torvald bailar la tarantela, y le insiste en que es
necesario practicar toda la noche hasta la fiesta del día siguiente. Le pide
que no la deje practicar sola, espera que pueda pasar, por lo menos esa noche,
a salvo. Las pasiones y los engaños de Nora se encuentran entonces en su punto
álgido, a punto de desbordarse todo lo que había querido ocultar. Nora se
encuentra, pues, en llamas, quemándose ante el temor de perder la brillante
placa que es su matrimonio. En el caso que nos corresponde, es decir, en la
relación con el daguerrotipo, este momento se relaciona con el momento en que
la imagen que se ha ido preparando queda permanentemente grabada en la placa
del daguerrotipo, es quemada de manera química en la placa y, por más que se
quiera, la placa ya no recobrará el intacto resplandor que poseía al inicio del
proceso.
Ya
Torvald se ha enterado de todo. La imagen del engaño de Nora ha quedado
revelada y fijada permanentemente en su matrimonio. Con esta mancha imborrable
sobre tan perfecta plata, la única opción que le queda a Nora es, para ella, la
más sensata de todas: acabar con el matrimonio. Torvald, en un principio, se
enoja con Nora, mas decide luego perdonarla, pero sólo es él quien perdona a su
esposa, ya que Nora está dispuesta a seguir siendo la “muñeca” de su esposo.
Torvald está sólo en su cuarto, recapacitando, finalmente cayendo en cuenta del
vacío de su vida. Lo último que escuchamos es un portazo de Nora que abandona
la casa de mentiras, la casa de muñecas en la que se hallaba recluida. Sellada
se encuentra la trama de la obra, con gran literalidad, de un portazo, así como
se sella la impresión resultante de un daguerrotipo. Ahora, con un contexto
bien definido del matrimonio de los Helmer, la audiencia puede ver claramente
el cuadro resultante de la obra. Lo que empezó como una brillante placa de
plata (que bien era sólo bronce recubierto) es ahora la imagen de la soledad y
del vacío de las vidas de ambos Helmer, una fotografía de cómo el secreto de
Nora marcaría permanentemente sus vidas.
Muy bien.
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